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  • Foto del escritorYuchi Song

Por qué perder peso es una tarea hercúlea: genética, metabolismo y estilo de vida moderno

No todos los hombres son iguales, especialmente cuando se habla de perder algunos kilos.



Una mujer disfruta de un trozo de pastel, mientras un hombre lucha con un plato de brócoli.

En este artículo, obtendrás:



¿Alguna vez te has preguntado por qué, a pesar de tus mejores esfuerzos, perder peso parece tan difícil como doblar una sábana ajustable? La respuesta, amigos míos, no está sólo en el pastel que comieron anoche, sino también en lo más profundo de sus genes, en el funcionamiento de su cuerpo y en nuestra forma de vida moderna.


La lotería genética: por qué algunas personas pueden comer pastel y mantenerse delgadas


Lo creas o no, tu composición genética tiene un pase VIP para el espectáculo de control de peso. Algunas personas heredan genes que les confieren un metabolismo más rápido que el de una bala, lo que les permite quemar calorías a velocidades de superhéroe. Otros, sin embargo, pueden tener un metabolismo que se parece más a un tranquilo paseo por el parque. Esta ruleta genética afecta la forma en que nuestro cuerpo procesa los alimentos, almacena grasa e incluso cómo anhelamos ciertos alimentos.


La investigación científica ha descubierto más de 400 variantes genéticas relacionadas con la obesidad , lo que ilustra una compleja base genética del peso. Por ejemplo, las variaciones en el gen FTO pueden aumentar las posibilidades de obesidad en aproximadamente un 20-30%. Este gen puede aumentar tus niveles de hambre, haciéndote sentir como un pozo sin fondo, especialmente con alimentos ricos en calorías.


Tasa metabólica y genética: ¿nacimos así?

El metabolismo, el proceso mediante el cual nuestro cuerpo convierte los alimentos en energía, está fuertemente influenciado por la genética. La tasa metabólica basal (TMB), la cantidad de calorías que nuestro cuerpo quema en reposo, varía significativamente entre individuos. Los estudios sugieren que una TMB lenta podría heredarse, y la genética contribuye hasta en un 40% de la variación de la TMB entre los individuos. Esta variabilidad significa que algunas personas queman calorías de forma natural a un ritmo más lento, lo que hace que la pérdida de peso sea más difícil.


Misterios metabólicos: el funcionamiento interno del motor de su cuerpo


Como se mencionó anteriormente, el metabolismo es como el motor de combustión interna de su cuerpo y funciona a su propia velocidad única. Factores como la edad, la masa muscular y el nivel de actividad física pueden acelerar o reducir su tasa metabólica. Desafortunadamente, a medida que envejecemos, nuestro metabolismo tiende a ralentizarse, lo que hace que sea más fácil ganar peso incluso si no comemos más.


Más músculo, metabolismo más rápido

Los músculos son los héroes anónimos del metabolismo. Son mucho más activas metabólicamente que las grasas, lo que significa que queman más calorías, incluso cuando estás en reposo. El problema es que la masa muscular disminuye naturalmente con la edad, un proceso llamado sarcopenia, que conduce a un metabolismo más lento con el tiempo. Esta tendencia biológica puede convertir la pérdida de peso en una tarea hercúlea a medida que envejecemos.


Hormonas del hambre: el tira y afloja de la grelina y la leptina

Las hormonas juegan un papel importante en la regulación del hambre y la saciedad. La leptina y la grelina, conocidas como las "hormonas del hambre", pueden ser la pesadilla de tu existencia si están desequilibradas. La leptina disminuye el apetito, mientras que la grelina lo aumenta. En las personas con sobrepeso, las señales de la leptina al cerebro pueden perderse en la traducción, lo que lleva a un estado constante de hambre y hace que la pérdida de peso parezca una batalla contra su propio cuerpo.


La espada de doble filo de la insulina

La insulina regula los niveles de azúcar en sangre y facilita el almacenamiento de grasas. Las dietas altas en azúcar pueden provocar resistencia a la insulina, una afección en la que las células se vuelven insensibles a las señales de la insulina. Esta resistencia puede provocar niveles elevados de azúcar e insulina en sangre, favoreciendo el almacenamiento de grasa y el aumento de peso. Aproximadamente el 70-80% de las personas con obesidad pueden tener resistencia a la insulina , lo que agrava la dificultad para perder peso.


El efecto térmico de los alimentos: no todas las calorías son iguales

Cuando comemos, nuestro cuerpo gasta energía para digerir, absorber y procesar nutrientes, un fenómeno conocido como efecto térmico de los alimentos (TEF). La proteína tiene un TEF más alto en comparación con las grasas y los carbohidratos, lo que significa que su cuerpo usa más energía para procesar las proteínas. Esta es la razón por la que las dietas ricas en proteínas pueden estimular el metabolismo y por qué no todas las calorías son iguales en la ecuación de control de peso.


Desafíos del estilo de vida moderno


Una sociedad llena de calorías

Nuestra composición genética no ha tenido tiempo suficiente para adaptarse a los cambios drásticos en nuestro entorno y estilo de vida, en particular los cambios dietéticos de los últimos siglos. La comida rápida, los snacks procesados y las bebidas azucaradas están por todas partes y ofrecen una gran cantidad de calorías con poco valor nutricional. Nuestros genes ancestrales, que fueron programados para almacenar grasa en tiempos de abundancia, se ven abrumados por la constante disponibilidad actual de alimentos, lo que lleva a mayores tasas de obesidad.


En los Estados Unidos, el consumo promedio diario de calorías por persona aumentó en más de 450 calorías entre 1970 y 2010 . Este excedente calórico, combinado con nuestra predisposición genética a almacenar grasa, ha contribuido significativamente a la actual epidemia de obesidad.


Te sientas para siempre

La inactividad física es otro factor importante que contribuye a la obesidad. Las comodidades y la tecnología modernas han llevado a un estilo de vida sedentario, y menos del 25% de los estadounidenses cumplen con los niveles recomendados de actividad física . El adulto promedio ahora pasa la asombrosa cantidad de 10 horas o más cada día sentado, ya sea trabajando en un escritorio, viajando o relajándose frente al televisor. Esta falta de ejercicio no sólo contribuye al aumento de peso sino que también afecta el metabolismo, lo que dificulta la pérdida de peso.


¿Pensaste que esto era todo? Ni siquiera cerca. Un estudio publicado en Annals of Internal Medicine encontró que el tiempo sedentario prolongado se asocia con resultados perjudiciales para la salud, independientemente de los niveles de actividad física. Esto significa que incluso el ejercicio regular puede no compensar completamente los riesgos de estar demasiado tiempo sentado. Las estadísticas son alarmantes: con más de un tercio de la población adulta mundial clasificada como con sobrepeso u obesidad, el estilo de vida sedentario es un factor importante, aunque a menudo pasado por alto, en la epidemia de obesidad.


El impacto del estrés y las emociones en la alimentación

El estrés y los factores emocionales influyen significativamente en nuestros hábitos alimentarios. Cuando el estrés y las emociones negativas como la tristeza, la soledad o el aburrimiento se apoderan de la psique, muchos recurren a la comida en busca de consuelo, buscando consuelo en el placer fugaz de las delicias azucaradas o ricas en grasas. Este fenómeno, conocido como alimentación emocional, sirve como mecanismo de afrontamiento y ofrece un escape temporal de sentimientos desagradables.


Según la Asociación Estadounidense de Psicología , casi el 38% de los adultos informan que comen en exceso o eligen alimentos poco saludables debido al estrés, y la mitad de este grupo lo hace semanalmente. Este ciclo de antojos inducidos por el estrés y alimentación emocional contribuye no sólo al aumento de peso sino a la dificultad de perder peso y mantenerlo, ya que a menudo conduce a un patrón de atracones en respuesta a desencadenantes emocionales en lugar de hambre física.


Cinturas económicas: cómo la riqueza influye en el peso

La epidemia de obesidad no se trata sólo de decisiones individuales; está profundamente entrelazado con las realidades sociales y económicas. En los barrios más ricos abundan las ensaladas frescas y los gimnasios, mientras que las zonas de bajos ingresos están asediadas por la comida rápida y escasos espacios seguros para hacer ejercicio. Este marcado contraste no sólo es injusto; no es sano. Los datos muestran que las tasas de obesidad se disparan en comunidades con recursos y educación limitados. Estos "desiertos alimentarios" se convierten en caldos de cultivo para comidas ricas en calorías y escasas en nutrientes, la opción asequible para las familias que aprovechan cada dólar.


Las estadísticas muestran un cuadro vívido de esta disparidad. Según la Organización Mundial de la Salud , las tasas de obesidad son significativamente más altas en poblaciones con educación limitada y niveles de ingresos más bajos, lo que destaca el vínculo entre el estatus socioeconómico y el riesgo de obesidad. Estas comunidades a menudo residen en "desiertos alimentarios", áreas donde las tiendas de comestibles son escasas y distantes entre sí, lo que deja a las tiendas de conveniencia y las cadenas de comida rápida como las principales fuentes de alimentación. Estas opciones suelen ser ricas en calorías, pobres en nutrientes y más baratas, lo que las convierte en opciones atractivas pero insidiosas para quienes tienen un presupuesto ajustado.


Además, el estrés asociado con la inestabilidad financiera exacerba aún más el riesgo de obesidad. La presión constante de llegar a fin de mes puede provocar estrés al comer y reducir el tiempo y la energía disponibles para planificar las comidas y realizar actividad física. De esta manera, los factores sociales y económicos tejen una red compleja que atrapa a muchas personas en un ciclo de hábitos alimentarios poco saludables y estilos de vida sedentarios, lo que subraya la necesidad de estrategias integrales que aborden estas causas fundamentales de la obesidad.


Tiempo frente a la pantalla y cinturas: el dilema digital en la obesidad

En la era de los teléfonos inteligentes y el streaming, las distracciones digitales contribuyen significativamente a la epidemia de obesidad. Nuestro estilo de vida saturado de pantallas no sólo fomenta la inactividad, sino que también interrumpe los patrones alimentarios, lo que lleva a masticar y comer en exceso sin sentido. Una investigación publicada en JAMA indica que el tiempo elevado frente a una pantalla se asocia con un mayor riesgo de obesidad, trazando una línea directa entre las horas pasadas frente a las pantallas y los números en la escala, especialmente entre los adolescentes.


Este dilema digital se ve exacerbado por el aluvión de publicidad de alimentos en las redes sociales y la televisión, que a menudo promueve elecciones de alimentos poco saludables. La conectividad constante también afecta los patrones de sueño, alterando las hormonas que regulan el apetito y aumentando los antojos de alimentos ricos en calorías.

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